domingo, 3 de diciembre de 2006

¿PORQUÉ ME HICE ABOGADO?



Cuando decidí hacerme Abogado, una de las cosas que poco claro tenía en mi mente era el real significado y la implicancia de esta profesión. Tal vez me basé para tomar mi decisión en lo que normalmente comentaban los que me conocian: Hey!!! tienes pasta para ser Abogado. Y es que siempre fui el tipo curioso, cuestionador, protestón y quien siempre buscaba tres pies al gato, como dice un uso criollo peruano.

En el colegio me caractericé por ser el que torturaba a los profesores con preguntas rebuscadas, con actitudes contestatarias a la autoridad, buscando siempre tener la razón de algún u otro modo. Recuerdo a un profesor de Historia a quien mi presencia en clase no le era del todo agradable manifestándome un día que yo “generaba anticuerpos” en el aula. Y no se debía a que fuese un alumno de bajo rendimiento, al contrario, el colegio lo culminé siendo unos de los primeros en el orden de méritos, ganando concursos de matemáticas y teniendo éxito en la representación estudiantil. Pero ello no era suficiente para mí ya que lo único que podía satisfacerme era mantener una actitud crítica e inquisidora a todo aquello que significase una posición “invariable” sobre las cosas, buscando siempre retar a la autoridad en todo espacio que sea posible.

Y bueno, fue esa actitud la que hizo que algunos vieran en mis cualidades de picapleitos y por ello un “buen futuro” como Abogado.

Decidí embarcarme en la nave del Derecho sin saber siquiera en que puerto terminaría. No me puedo quejar, la facultad me dio a conocer una carrera profesional interesante, donde más allá de los conocimientos profesionales, encontré el medio para poder canalizar mi personalidad. Qué mejor forma de hacer valer tu pensamiento que el arte de convencer al Juez que una posición: la nuestra, es la válida y aplicable a un determinado caso.

El tiempo pasó y superé seis largos años de estudios, tensiones, exámenes y trabajos de investigación para finalmente egresar con una cinta en el cuello como lo que había deseado ser: Un Abogado.

Al inicio, la carrera se desarrolló trabajando en algunos Estudios donde aprendí la verdad de esta profesión y entender que una cosa es la ley escrita y otra la realidad, donde muchas veces todo puede volverse abiertamente distinto. Pero, como uno de los motivos que me llevo a estudiar Derecho fue mi ansia furiosa de libertad, un día, luego de una discusión con mi jefe, decidí abandonar mi status de Abogado dependiente y aventurarme en la para muchos descabellada idea de formar mi propio Estudio de Abogados.

Y así lo hice, era mediados de Octubre del año 2000 cuando empecé la lucha por ser independiente en esta profesión. Y la lucha no fue fácil. Empecé en una oficina amablemente cedida por mis padres en un local del centro de la ciudad, muy cercano a donde era mi anterior trabajo. Recuerdo haber podido conseguir a duras penas una mesa de trabajo, la cual conservo hasta hoy como recuerdo de una época donde al igual que cuando inicié los estudios de Derecho, no sabia a que puerto llegaría.

Los meses pasaron, los clientes fueron llegando poco a poco. Casos simples, otros complicados fueron constituyendo mi inicial “cartera” profesional. Me incliné en el área del Derecho Constitucional y los Derechos Humanos, una temática muy especial por su muy cercana vinculación a los derechos esenciales de las personas.

No me puedo quejar, mi trabajo en esos temas durante el ejercicio de mi profesión me ha dado satisfacciones personales, profesionales y económicas. El Derecho me ha permitido ser lo que soy hoy en día. Estoy agradecido a todos los que me apoyaron inicialmente, a los clientes que pasaron por mi Estudio, a los que están conmigo hasta hoy, a mi equipo de colaboradores, pasados y presentes, entre secretarias, Abogados, asistentes y practicantes y a la oportunidad que me ha dado la vida de poder hacer que mi carrera se transforme en una de las pasiones de mi vida.

Alguna vez, una ex pareja mía, tratando de analizarme y según él verter una critica positiva, me dijo que yo era Abogado permanentemente, en mi forma de ser, en mi estilo de vestir, caminar, hablar y comunicarme. En aquel momento pensé que podía estar actuando mal. Luego, analizando mi conducta me di cuenta que en la vida, lo que no se hace con pasión no sirve o no tiene mayor valor. No es que ejerza la Abogacía las 24 horas del día, eso sería muy complicado. Lo que sucede es que vivo cada momento con pasión porque me satisface plenamente. Si alguien no puede llegar a comprenderlo pues que se joda!!, es problema de quien no lo comprende, no mío. Qué mayor placer que ser instrumento para que otros alcancen justicia. Qué mayor placer que el poder hacer lo que te gusta diariamente y encima que te paguen por ello. Eso es fabuloso.

La carrera me ha permitido conocer varios lugares del mundo en el ejercicio de mi profesión. He podido conocer personas y culturas diversas y distintas con otros estilos de vida. Obviamente que ello también me ha permitido conocer colegas Abogados de distintos lugares del mundo con quienes pese a la diferencia de idiomas, lugares y hasta sistemas legales, el denominador común es el mismo: gente pasional, entregada a lo que hace y creyente en que el ejercicio del Derecho es para personas con carácter y decisión firme pero sobre todo para aquel que cree en la libertad. No concibo a algún Abogado que no considere a la libertad como un valor imprescindible para la vida.

Cada quien desde tu trinchera profesional, bajo sus estilos, formas o áreas, litigantes o no, investigadores o consultores, docentes o estudiosos, sea el lugar donde se encuentren en el ejercicio de la profesión jurídica tiene a la libertad como el valor más preciado que se puede poseer. En mi caso, cómo no ser un apasionado de mi carrera cuando ella es sinónimo de libertad en si misma y a la vez me ha permitido ser libre. Qué triste debe ser el tratar de llevar adelante una vida sin que exista pasión ¿no creen?. Por eso fue que me hice Abogado.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario