jueves, 30 de noviembre de 2006

LA SANTA MADRE Y YO


Creo que en la historia de la humanidad no puede existir institución más grande y de mayor trascendencia que la Iglesia Católica. ¿Puede acaso existir una institución más poderosa?. La Iglesia católica que se inició con Pedro Apóstol hace ya más de 2000 años, mantiene hasta hoy una influencia notable en los destinos de la humanidad. Destacable es de sus integrantes dirigentes la habilidad y eficiencia que han tenido para mantener posiciones doctrinarias invariables durante tantos años.

Fui un asiduo partícipe de los rituales católicos durante mi adolescencia, incluso en algún momento mantuve la idea de hacerme sacerdote, llegando incluso a iniciar jornadas de oración bajo guía de un sacerdote para supuestamente “discernir” mi vocación. Al final la vida me llevo por otros caminos, me hice Abogado y sucedió que durante mi formación universitaria mi mente se “iluminó” pero esta vez no de algún rito sacro sino de la opinión razonada, la capacidad de crítica y la posibilidad de comparar analizar y criticar posiciones doctrinarias. Ello me llevó a alejarme de la Iglesia Católica e iniciar una marcada actitud crítica hacia dicha organización.
Y mi crítica es hacia la “organización” mas no en relación a mis creencias teológicas, las cuales siempre han estado y estarán presentes en mi vida. Creo en Dios y estoy plenamente seguro de su existencia, pero lo que no acepto es que algunos hombres con delirios de infalibilidad pretendan imprimir sus criterios personales por encima de los derechos de libertad de todos aquellos que forman parte de la organización católica en una especie de “obediencia ciega” que no da espacio para critica de tipo alguna.
Una respuesta fácil podría ser: a quien no le guste el estilo de la iglesia católica, pues que no forme parte de ella. Facil, si, pero sin alguna trascendencia importante.
Y es que en el tema de la trascendencia hallamos el problema. Nada seria cuestionable a la Iglesia Católica y su doctrina y se podría entender como su PROPIA forma de ver las cosas que vincula únicamente a sus miembros si es que no fuese una institución que ha logrado enraizarse profundamente en las culturas de casi toda la humanidad. La influencia de la Santa Madre es tan fuerte que incluso en algunos textos constitucionales como el peruano, se le reconoce un status especial como colaboradora del desarrollo de la nación incluso por encima de cualquier otra religión. Esta situación hace que el rol de la Iglesia Católica pueda incluso llegar a ser determinante en el destino de muchas sociedades.
Desde mi punto de vista, la Iglesia católica mantiene criterios irrazonablemente invariables en tres temas bien definidos: el celibato obligatorio, la prohibición de la participación de la mujer en su gobierno y el rechazo a las conductas homosexuales.
Sería extenso el entrar a analizar las posiciones existentes sobre estos tres temas, pero, mas allá de ello, estoy convencido que en los tres casos, el valor lesionado con esas posturas trasnochadas es LA LIBERTAD.
Con el celibato obligatorio se impide a los sacerdotes católicos ESCOGER libremente si es que desean formar o no un núcleo familiar y con ello profundizar en el conocimiento de la familia como institución básica de las sociedades sin tener que abandonar la función sacerdotal. Con la prohibición de la participación de la mujer en la vida sacerdotal, se trastoca el principio de igualdad y también el criterio de libertad, pues se hace una arbitraria distinción en los supuestos “roles” que a ella le corresponden, subyugándola al de ser una “buena madre de familia” es decir, en pocas palabras a ser “ama de casa” y atenta “servidora” del marido, labor que por cierto no es nada reprochable para quien la acepte, si no fuese que desde la óptica católica, la mujer solo podría estar destinada a ESA LABOR, limitando con ello su natural derecho a la libertad de poder elegir el destino de su propia vida. Y finalmente, el tema del marcado rechazo a las conductas homosexuales, disfrazado bajo la engañosa idea de: no estar contra los homosexuales, sino contra la práctica de la homosexualidad. Vamos!!, demasiada verborrea para decir lo mismo, al final la posición católica es la de inmiscuirse en la valoración de los actos que cada quien decide desarrollar dentro de cuatro paredes en su propia casa y hasta en su propia cama. ¿Acaso quien manifiesta afecto y atracción por alguien de su mismo sexo y lleva a delante una relación homosexual está condenado al “castigo divino”?, ¿Acaso no existe la garantía fundamental de libertad para todos y cada uno de los seres humanos?, esa misma libertad por la que luchó el pueblo hebreo en la época del éxodo. ¿Cómo poder llegar al extremo de prohibir un conducta humana plenamente normal, natural y valida?, ¿Es verdad entonces que lo homosexuales están excluidos del plan de Dios? Estos son los principales puntos de mi desacuerdo con la Santa Madre Iglesia Católica, institución que es admirable por haberse mantenido viva durante tantos años, pero tambien cuestionable por no haber iniciado un mínimo proceso de cambios que permitan transformarla en una institución donde la palabra LIBERTAD tenga real significado, donde todos y todas tengan iguales derechos y consideraciones y donde nadie mantenga la idea que el amor solo es propiedad de los heterosexuales.
Por estos principales motivos es que por el momento me mantengo alejado de la Santa Madre, sin que ello signifique que me desprenda de mi firme creencia en un Dios de todos y para todos, quien solo nos pide una cosa: ámense los unos a otros como yo les amo…..Lindo no?

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