miércoles, 22 de noviembre de 2006

EL CHÉ




Pocas veces en mi vida he conocido un personaje tan singular como J.J. Un tipo que a cualquier vista ha pasado su vida como en una montaña rusa de altas y bajas, pero siempre obteniendo alguna lección o enseñanza importante que ha incrementado el baúl de su experiencia.
A J.J lo conocí por cuestiones profesionales hace algunos años. Me tocó ser su Abogado en unos asuntos que venía litigando hace varios años atrás y a los que aún no le daba solución. J.J, un argentino que frisa los 60 años actualmente, llegó a Perú en la década de los 70 como el mismo dice: zafando de la muerte. Y es que en la Argentina de aquella época el ser montonero revolucionario se castigaba con la cárcel y muchas veces con la muerte.
Luego de atravesar otras tierras, decidió llegar a perulandia para iniciar una nueva vida. Pare ello no se le ocurrió mejor idea que usar aquello por lo cual son destacados los argentinos: la verborrea. Incursionó en el negocio de las ventas de diversos artículos, hasta que un día, con la mujer que fue luego su esposa por algunos años, constituyó y desarrollo una de las empresas industriales mas reconocidas del Perú.

J.J es un fanático irremediable de las motos y todo lo relacionado a ellas. No he conocido a ningún otro tipo como él que pueda invertir todo un día hablando únicamente de motos y de las aventuras que experimentó por los desiertos peruanos junto con otros también fanáticos montados sobre la maquina esa de dos ruedas.

La amistad con J. J y también la vinculación laboral que posteriormente desarrollamos cambió en muchos aspectos mi forma de ver las cosas. Sus ideas radicales y de corte socialoide-subversivo nutrieron mi mente al poderlas contrastar con la forma personal de entender la realidad que me rodeaba.

No puedo negar que en algún momento atravesé la experiencia de ser agnóstico, ateo, nazi, socialista, marxista y no se que más, luego de las interminables horas de charla filosófica con J.J. Testigo de esas horas son las numerosas botellas de Whisky que surcaron la mesa del lugar donde nos reuníamos, que por cierto, era la casa de su pareja de aquella época, una muy apreciable amiga mía y muy digna dama quien tiene el don de irradiar clase y sofisticación en todo lugar donde se encuentre presente. Doña M.E es una de las mujeres que más aprecio en mi vida por su amistad incondicional, permanente y sincera, por su capacidad personal y su don de gente.

Y así era, entre licor escocés y abundante comida (causa de que en esos años mi peso estuviese en continuo aumento) poco a poco fui conociendo a J.J , aprendiendo a admirar su historia de vida, y de su animo de sobreponer cualquier inconveniente, problema o dolor, sacando fuerzas de donde muchas veces no las hay.


En varias oportunidades he discrepado con J.J por su “especial” forma de ver las cosas, sobre todo cuando sus ideas lindaban con el extremo, pero, incluso en esos momentos siempre estaba una lección lista a ser digerida.

Con J.J hemos pasado momento de lucha, alegría, victorias y angustias. También momentos de incertidumbre e impotencia por no poder cambiar el rumbo de las cosas. Hemos sido cocineros de hotel, expedicionarios del desierto, competidores de sandboard, miembros de un equipo de off road 4x4, exploradores de rutas, veterinarios empíricos, conductores de miles de kilómetros, veraneantes en una ciudad con una temperatura casi al borde de los cero grados, nadadores matutitnos y turistas impertienentes de recintos de oración. Hemos sufrido de acampadas forzosas, nos hemos salvado de morir linchados por turbas de personas en la Selva, de ser agredidos por campesinos enardecidos y de colisionar con un bus interprovincial a alta velocidad. Nos hemos quedado varados en pleno desierto con el motor del auto a punto de fundirse, hemos tomado desayuno en medio de una helada mañana en plena carretera, hemos avizorado platillos voladores, hemos alcoholizado nuestro organismo en un bar de la selva al punto de no recordar donde nos encontrábamos y que estábamos haciendo, etc, es decir, hemos podido ser amigos y compañeros de experiencias.

J.J, partió hace algunos meses a otras tierras para seguir haciendo lo que está acostumbrado hacer: retar a la vida y al sistema. Estoy seguro de que en algún momento nos volveremos a ver.

J.J es el claro ejemplo de que la vida se debe vivir al máximo, como si no existiese mañana, como si fuera el momento de nuestro último respiro. La muerte llega en cualquier momento y no nos debe llevar fácilmente, por lo menos sin antes no haber podido sacar el jugo a nuestra propia existencia. Solo se está muerto el día de nuestra muerte. Sino que lo diga el CHÉ.

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